La epidemia del Covid19 está causando situaciones y sensaciones de ANSIEDAD Y MIEDO entre la ciudadanía. Se trata de una emoción básica que aparece cuando sentimos una escasa capacidad de
control y de predicción. Su función es la de hacernos reaccionar y escapar de lo que se identifica como peligroso. Aunque, en ocasiones, el miedo también nos paraliza. Para minimizar el miedo y la
ansiedad se recomienda en líneas generales que hagas lo siguiente:
- Infórmate a través de los canales
oficiales de información (Ministerio de Sanidad: Guía de actuación con los profesionales sanitarios en el caso de exposiciones de riesgo en el ámbito sanitario, Guía para la actuación en el
ámbito laboral en relación al nuevo coronavirus).
- Evita estar sobre-informado ya que esto
podría aumentar la sensación de angustia.
- Lleva a cabo aquellas recomendaciones
dadas por los expertos tales como lavarse las manos frecuentemente; al toser o estornudar hay que taparse la boca y la nariz con el codo o con un pañuelo desechables; evitar tocarse la nariz los ojos
y la boca con las manos; y en caso de tener síntomas respiratorios, evitar el contacto cercano con otras personas.
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Para manejar la ansiedad suscitada por las noticias/información y la situación generada por la expansión del
coronavirus:
· Mantén la perspectiva: el hecho de que haya una gran cobertura de noticias sobre
este tema no significa, necesariamente, que represente una amenaza para ti o tu familia.
· Conoce los hechos: adoptar un enfoque más clínico a la
hora de seguir la información sobre el virus puede ser de utilidad. Para ello, es esencial basarse en fuentes creíbles en las que se pueda confiar.
· Habla con los más pequeños y las más pequeñas: a la
hora de hablar con los niños y las niñas sobre la cobertura de noticias sobre el coronavirus, hay que hacerlo con información honesta y apropiada para su edad. Es fundamental recordar que los
menores observan los comportamientos y emociones de los adultos en busca de señales sobre cómo manejar sus propios sentimientos.
· Mantente conectado: conectarse en redes sociales puede
fomentar una sensación de normalidad y ofrecer un importante medio para compartir sentimientos y aliviar el estrés.
· Busca ayuda adicional: es aconsejable que las personas que sienten un nerviosismo abrumador, una tristeza persistente u otras reacciones prolongadas que afecten negativamente a su desempeño
laboral o sus relaciones interpersonales, consulten con un profesional de salud mental capacitado y experimentado. Los psicólogos y las psicólogas y otros proveedores apropiados de salud mental
pueden ayudar a las personas a lidiar con el estrés extremo. Estos profesionales trabajan con individuos para ayudarlos a encontrar formas constructivas de manejar la
adversidad.
El hipocondríaco es una persona muy vulnerable ante las alertas sanitarias y cualquier alarma de propagación de virus o epidemias dispara
sus pensamientos con un sentido fatalista, casi obsesivo. Realmente la gran epidemia empieza a ser la psicosis colectiva que está alimentando mitos y prejuicios sin ningún fundamento.
¿Cómo manejar esta avalancha de pensamientos negativos?
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Contra el vicio de alarmar, la virtud de informar. La información
transparente y veraz es la mejor herramienta que tiene a su alcance el hipocondríaco.
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No es necesario seguir en tiempo real el avance del coronavirus en el
mundo, mucho menos contaminarse por bulos, rumores y datos poco fiables que corren por las redes sociales.
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No magnificar la situación. La emergencia sanitaria decretada por la OMS ante
el brote del nuevo coronavirus no es la primera ni será la última. La diferencia es que estamos mejor preparados que nunca para afrontar esta alerta. También debe tranquilizarnos la capacidad de
respuesta, atención y prevención de nuestro sistema nacional de salud.
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Si después de todo no podemos controlar nuestro estado emocional, intentaremos confrontar nuestros pensamientos con la realidad e intentaremos reinterpretarlos con la mayor certeza
posible.
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Cuando estamos bloqueados, podemos recurrir a la relajación, respiración
diafragmática u otros ejercicios.
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Es importante identificar los patrones de pensamientos dañinos y
dirigirlos hacia otro asunto y no focalizar la atención en esas sensaciones negativas. Resulta muy acertado realizar alguna tarea, practicar ejercicio o hablar sobre cualquier otra cosa.
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El cerebro se anticipa a algo que no va a pasar. Hay que transmitir al sistema
nervioso que no existe tal peligro, al menos con la intensidad que está imaginando.
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Tampoco es necesario chequear constantemente nuestro estado de
salud (temperatura, mucosidad, respiración…) porque lo más probable es que haya una interpretación errónea de los datos que probablemente derive en un ataque de ansiedad.
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El ataque de ansiedad puede irrumpir sin previo aviso con síntomas muy
característicos y transitorios: falta de aire, taquicardia, sofocos, sudoración, malestar torácico, temblores e incluso desvanecimiento. Si sabemos detectarlo, aprenderemos a retomar el
control.
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Los psicofármacos no están aconsejados. Transmiten una sensación de seguridad equívoca y además llegan tarde, puesto que cuando empieza
su efecto, a los 20 o 30 minutos, la crisis normalmente ya ha pasado. Además, son adictivos y con efectos secundarios.