La agorafobia se define como el miedo patológico, el cual se caracteriza por su desproporción, irracionalidad e involuntariedad, miedo que aparece ante un conjunto de situaciones diferentes en las que la persona se siente indefensa ante la posibilidad de presentar crisis de pánico o alguno de sus síntomas específicos, especialmente mareos o diarrea, situaciones estas en las que el afectado no puede huir o recibir ayuda de forma inmediata.
Un ataque de pánico o crisis de angustia es un episodio súbito, diurno o nocturno, de miedo e intenso males-tar en ausencia de peligro real, que se acompaña de descarga neurovegetativa, con síntomas físicos y cognitivos, sensación de peligro o muerte inminente y urgente necesidad de escapar.
El trastorno de pánico tiene como característica fundamental la presencia de crisis de pánico recurrentes, inesperadas y espontáneas, sin que exista un factor externo o un objeto temido que las desencadene; el denominado miedo al miedo, equivalente al miedo persistente al padecimiento de una nueva crisis de pánico, miedo este que también se denomina ansiedad anticipatoria, es uno de los rasgos más significativos de este trastorno.
Conviene destacar la fuerte asociación existente entre agorafobia y trastorno de pánico, ya que el 75% de los pacientes que sufren la primera padecen también el segundo, frente al 50% en población general.
La agorafobia suele iniciarse cuando aparecen crisis de pánico espontáneas, las cuales, en su mayoría, tienen lugar cuando se realizan actividades o se está en un lugar emocionalmente neutro. Las situaciones más implicadas en el cuadro agorafóbico incluyen: utilización de transportes públicos, fundamentalmente metro y autobús; aglomeraciones tales como supermercados o grandes almacenes; lugares cerrados tipo teatros, ascensores, restaurantes; hacer colas, y en general, desplazarse lejos de casa o de otros lugares donde el enfermo se siente protegido. En los casos de mayor gravedad, el paciente adopta conductas de evitación, que pueden suponer la total reclusión en su domicilio.
Inicialmente, las crisis de pánico suelen tener un carácter espontáneo, aunque no es infrecuente que tales crisis se den con mayor facilidad en las situaciones propias de agorafobia que acaban de ser mencionadas.
La característica fundamental de las crisis de pánico es su aparición brusca, inesperada y recurrente. Durante esa crisis, el afectado experimenta un episodio de angustia o pánico intolerable que se manifiesta como un sentimiento de terror y aprensión, con miedo a la muerte, a enloquecer o enfermar gravemente, acompañado dicho sentimiento de un cortejo somático que incluye disnea, palpitaciones y vahídos. La duración de este episodio oscila entre 20 y 30 minutos, alcanzando un máximo en menos de 10 minutos; ocasionalmente este episodio puede durar horas.
El síntoma básico del trastorno de pánico es la crisis de angustia o crisis de pánico, caracterizada por sentimientos de aprensión, miedo o terror, unido a síntomas físicos que incluyen síntomas tan dispares como alteraciones cardiovasculares y respiratorias, molestias abdominales, a los que se unen sudoración, temblor, sensación de mareo, hormigueos y escalofríos.
Ante esta situación, es muy habitual que los pacientes acudan a los servicios de urgencias, realicen numerosas visitas a médicos generalistas y especialistas, al tiempo que solicitan exploraciones complementarias con el fin de detectar enfermedades médicas ocultas.
A medida que las crisis se van repitiendo, los afectados desarrollan un estado permanente de ansiedad, al tiempo que se vuelven extraordinariamente aprensivos ante cualquier aspecto que tenga que ver con la salud, pudiendo aparecer preocupaciones hipocondríacas y somatizaciones.
Por otra parte, es relativamente común que muchos de estos pacientes intenten mitigar la ansiedad a base de ansiolíticos y/o alcohol, lo que genera además, cuadros de abuso y dependencia. En no pocos casos, los afectados desarrollan conductas de evitación, lo que supone rehuir de manera sistemática aquellas situaciones o lugares en los que sería difícil encontrar una salida o ayuda en el caso de que apareciese una nueva crisis de pánico; llegados a este punto, aparece uno de los numerosos miedos irracionales que caracterizan a las fobias, en concreto, se genera un cuadro de agorafobia, el cual disminuye enormemente la calidad de vida del afectado, a la vez que incrementa en gran medida su sufrimiento personal.
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